martes, 23 de agosto de 2011

Premio a la Exhibición

No hablaré de mi ausencia en el blog; he tenido demasiadas cosas que hacer y puedo citar millones de pretextos que no vienen al caso. Hablaré del título del post y el porqué decidí llamarlo así.
El asistir a reuniones de diversa índole es sumamente entretenido. Así uno asista a una por trabajo, estudios o simplemente ocio logra encontrarse en la jungla de lo desconocido ¿Cómo así? Pues bien, una reunión es locación para poder hallar a animales ebrios, chicas estiradas, profesionales fracasados y con ansias de ganarles el puesto a otros, animales dóciles como venados y por último, seres como yo. Soy de esa clase de personas que — en el caso que sea de una reunión de amigos o familia — observo cómo se desenvuelve cada invitado en el ambiente. Es decir, soy aquella persona que estudia sin objeto alguno a los asistentes.

Quizás lo que haga no es bueno, quizás. Pero, para ser francos, no le encuentro razón alguna para embriagarme, por ejemplo. El alcohol es el instrumento adecuado para liberar lo peor de cada ser y, siendo razonables ¿a quién le gusta que quede al descubierto todas las cosas que puede hacer sin si quiera tener conciencia de ello? Está bien, yo no niego la posibilidad de pasar el rato con unas cuantas copas, congeniar con las personas mientras se toma algo, pero de ahí a que libere el peor lado de mi personalidad… eso sí que es ilógico.
Me he matado de risa en ciertas ocasiones y en otras he deseado fugarme. En mi casa la cosa es sencilla: el que toma se transforma. Lo he hecho notar unas cuantas veces, mi hermano se ríe y habla que soy una idiota quedada, mamá dice que ella solo bebe (y es cierto) para el momento mas no durante todo el evento y papá se digna a reír junto con el esperpento de mi hermano pero aclara que no le gustaría verme ebria alguna vez.

Tampoco puedo negar que sí he tomado hasta cierto punto en el que casi pierdo la razón, vamos… el que sepa de qué se trata no quiere decir que me limpio las manos por completo. Además, he tenido las locaciones precisas, los momentos exactos y la compañía adecuada para hacerlo y aun así no lo hice. He tomado, me he divertido, he bailado, hablado, jugado, coqueteado, gritado, enojado y entre otras cosas gracias al alcohol tomado para amenizar una reunión. Pero eso sí, nunca he llegado a tal punto de vomitar en la acera o armar lío por el mismo. Jamás.

El alcohol logra que pasemos un buen rato, y después nos convirtamos. No obstante, nos gusta. No hay que ocultarlo. Qué rica es la sensación de pasar un buen momento junto a las personas que estemos y tomar unas cuantas copas, qué gloria. ¡Qué torpeza! Recuerdo que una amiga se le declaró a un tipo gracias al alcohol ingerido esa noche; a la mañana siguiente ambos no podían mirarse a la cara luego de esos apasionados besos que se lanzaron luego de discutir. Con la vergüenza notoria no conversaron sino un mes después. No niego mi amistad con el alcohol, es mi acompañante ideal, innegable pero cansa. Punto uno.

Dejando detrás al alcohol y evitando tocar el tema porque ya le hemos dado duro al pobre, están presentes también las superficiales. No hay nada como estas personas, quizás me he encontrado en alguna oportunidad entre ellas sin llegar a pertenecer del todo. Inconfundibles son esas, las que se distinguen por mostrar una vida perfecta llena de palabreos y hechos deseados. No puedo discernir hoy en día quien es quien ante un mundo lleno de nosotros, los “caretas”. Me incluyo porque NADIE se muestra tal cómo es, y si estás pensando en alguna persona que sí lo hace, o quizás en ti misma debo decir que dejes de engañarte. Ninguno de nosotros, por desgracia o no, nos revelamos al mundo tal y como somos. Por política, ética o vergüenza ocultamos ciertos detalles de nuestra persona haciéndonos en una pequeña porción más interesantes, no digo que somos unos perfectos escultores de nuestra vida, mas no podemos decir que somos transparentes cuando hemos pensado alguna vez la excusa del porqué hemos asistido tarde a alguna parte.

Los superficiales al extremo, punto dos el cual tomo, son gloriosos. Tienen la osadía de creerse algo que no son y para colmo, actuar con normalidad. Olvidemos el párrafo anterior, eso es lo normal, el superficial leve y no notorio. A los que yo hago referencia en este post son esos que hacen alarde de que su presencia es como si fueran la última gota de agua en el desierto, tan importante. Es común distinguirlos en mi entorno y también es común que disfrute de ellos y con ellos. Son amigos o conocidos después de todo, asisten a la misma reunión que he asistido o yo y es algo seguro que los veré en otras ocasiones.

Para concluir, están las personas cómo yo. Los medios. No me refiero a que no tenemos claro lo que somos, sino a que gozamos con una u otra cosa. Mi personalidad es la misma en distintas reuniones, quizás un poco más de mesura en una que otra si hay en cambio de amistosa a profesional, pero sigo siendo la misma que habla hasta por los codos, ríe demasiado y es odiosa a veces. Me llevo el premio a la exhibición como los dos tipos de arriba, por ser yo y por no serlo. Por ser amiga lejana del alcohol y por gozar de lo superficial. Por no ser gris sino elegir entre ser blanco o negro. Les he dejado abierta la posibilidad de pensar a qué tipo de ‘asistente a una reunión’ son. Gocen si son del primero, o del segundo o si son como yo. Gocen porque esa es la manera tal cual se exhiben y es mejor gozar que notar lo feísimo que podemos llegar a ser.

2 comentarios:

  1. Buenisimo, concuerdo en TODO lo que decis (: Segui escribiendo, eh. Decis todo sin tapujos, y hoy en dia eso es lo que nos hace falta :)

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  2. me ha encantado tu articulo. tienes razon,
    Escribes fenomenal te seguire leyendo
    besos

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